La Maja y La Monstrua
En
mi última visita al Museo Nacional del Prado, en busca de las obras de
Francisco de Goya, decidí explorar el resto de salas para aprovechar los pocos
minutos que quedaban de mi visita. Me encontré entonces con dos cuadros que
llamaron mi atención por la similitud que percibí a primera vista con los
cuadros de Goya, La Maja vestida y La Maja desnuda. Los cuadros de Juan Carreño
de Miranda titulados Eugenia Martínez Vallejo vestida y Eugenia Martínez
Vallejo desnuda, a primera vista parece seguir el mismo concepto que los
cuadros de Goya, principalmente porque en ambas parejas de cuadros se aprecia a
la protagonista vestida y luego desnuda.
Goya. La maja vestida y La maja desnuda. 1800-1808. Museo Nacional del Prado, Madrid
Carreño de Miranda. 1680. Eugenia Martínez Vallejo vestida y Eugenia Martínez Vallejo desnuda. Museo Nacional del Prado, Madrid
En las dos representaciones de desnudez, se percibe la apertura y vulnerabilidad que ofrecen las protagonistas. En la obra de Goya, la mujer parece sentirse cómoda con su cuerpo y gracias a la posición de sus brazos transmite confort; por otro lado, en la representación de "La Monstrua", como llamaban a la niña Eugenia Martínez, se percibe incomodidad y vergüenza, sentimientos que fácilmente se aprecian al ver sus ojos. "En la Maja desnuda de Goya, la machista objetualización de la sexualidad femenina y su antídoto psicológico, han <progresado> hasta un punto que ya no se alcanzará en todo el siglo XIX." (Eisenman, 2001, p.91)
Ambas series fueron encargos; por una parte, las “Majas” fueron encargadas por el noble Manuel Godoy, y “La Monstrua”, por el entonces Rey Carlos II. Las representaciones fueron hechas en ambos casos por pintores de cámara o de corte. Por un lado Francisco de Goya fue pintor de corte mientras reinaba Carlos IV, desde 1788 hasta 1808, y Juan Carreño de Miranda pintor del Rey Carlos II desde 1669.
Siguiendo esta misma línea me gustaría añadir una frase que ilustra el sentimiento de realizar y ser protagonista de un desnudo.
“Estar desnudo es ser uno mismo. Ser un desnudo equivale a ser visto en estado de desnudez por otros, y, sin embargo, no ser reconocido por uno mismo. Para que un cuerpo desnudo se convierta en un desnudo es preciso que se le vea como un objeto, y el verlo.” (Berger, J)
Bibliografía
Eisenman, S. (2001). Historia crítica del arte del siglo XIX. Madrid:
Ediciones Akal.
Michelle Y.
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