Elogio del Horizonte


En el libro Elogio del horizonte, Susana Chillida nos ayuda a encarnar icónicas e íntimas conversaciones entre su padre, Eduardo Chillida y algunas de sus amistades. Gracias a esta creación, podemos llegar a ver un lado de Chillida que no revela en su obra escultórica; un lado más profundo en el cual nos sumerge a medida que vamos leyendo. Nos revela sus secretos, sus pensamientos, sus creencias y hasta alguno de sus miedos, como si fuéramos uno más de sus amigos más cercanos.


Chillida encarna cosas que a todos no eleva; su obra es grande y grande era su persona. Así describe Susana Chillida al hombre al que tuvo el privilegio de llamar “padre”, un ser que nunca fue ajeno al hombre, ya que era un humanista; un escultor del espacio y de las preguntas. El mismo despojamiento progresivo que fue sufriendo su obra se dio también en su vida personal, y al final de sus días, solo le importaba lo que era esencial al hombre.

Cuando Chillida hablaba de su proyecto Tindaya, lo hacía con tal fascinación que muchos de nosotros desearíamos que la obra se hubiese llevado a cabo, para poder presenciar esa monumentalidad de la que tanto hablaba. Lo que para muchos llegaría a ser un simple espacio dentro de una montaña, para Chillida era un homenaje a la humanidad; por eso es de gran dimensión, porque cuanto más pequeños nos sintamos en ese espacio tan grande, más iguales nos veremos los unos a los otros.

Las obras de Chillida se pudieran considerar como un intermediario entre nosotros y la grandeza de lo que nos rodea; por eso aprecia mucho la obra pública, ya que guarda relación con el hombre a través de la escala. Al posicionar sus obras, tenía en cuenta el entorno, el nivel urbano y geológico de la zona, entre otros aspectos.

Además de su amplia obra escultórica, Chillida también desarrolló obras en papel llamadas Gravitaciones. A pesar de que sus creaciones eran principalmente de materiales fuertes y grandes dimensiones, estimaba mucho las Gravitaciones, ya que con ellas desarrollaba, más allá que con la escultura, sus teorías del aire y el vacío. Se trata de obras realizadas con papel, hilo y tinta. Chillida solía decir que la tinta pesa, aunque no físicamente; es el peso de un valor. El peso de las obras es un tema que siempre le ha preocupado, y las gravitaciones sirven para recordar que las cosas livianas también pesan.

Un tema que influenció a Eduardo Chillida toda su vida, era el mar, y gracias a su amor por él, desarrolló su afinidad por el horizonte. Tanto él como sus obras, guardaban cierta conexión con el horizonte, quizás por esa “movilidad en la inmovilidad” que explica Chillida en este libro. Para él, sus esculturas eran objetos inmóviles en sí, pero se volvían móviles si los espectadores se movían a su alrededor. Algo parecido pensaba del horizonte, ya que, según él, el horizonte se mueve con nosotros, es decir, mientras más nos acerquemos a él, más se alejará de nosotros.

Bibliografía

Chillida, S. (2003). Elogio del horizonte. Conversaciones con Chillida. Barcelona: Ediciones Destino.


Michelle Y.

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